Sr. Zemeckis: usted antes molaba
Antes
de nada, quiero dejar bien claro que no tengo nada en contra de los remakes, de
hecho, en este blog he incluido varios que considero auténticas obras maestras
de la historia del cine, como “La Cosa” de John
Carpenter o “La Mosca” de David Cronenberg. En
ambos casos, estos genios supieron tomar dos clásicos de la historia del cine
fantástico y transformarlos completamente contándonos dos historias que,
partiendo de la misma base, son muy diferentes a las originales.
También
es cierto que no está bien clara la diferencia entre qué es un remake y qué no
lo es. ¿Podemos considerar “El Gran Gatsby” de Baz Luhrmann con Leonardo
DiCaprio (2013) un remake de la versión de Jack Clayton con Robert Redford
(1974)? Pienso que no, en realidad se trata de diferentes adaptaciones de la
novela de F. Scott Fitzgerald (de hecho, la de 1974, tampoco es la primera
versión), así como existen decenas de adaptaciones de “El Perro De Los
Baskerville” de Conan Doyle, o de “Cuento De Navidad” de Dickens (una de ellas realizada
por el propio Zemeckis). En cambio, no estoy seguro de poder decir lo mismo de “El Señor De Los Anillos” de Peter Jackson, quien
copió algunos planos (reconocido por el propio Jackson) de la genial versión animada de Ralph Bakshi de 1978.
Lo
que sí detesto es esa moda de Disney de rehacer sus clásicos. Especialmente, lo
que han hecho con “Dumbo”, “Aladdin” o “El Rey León”:
convertir obras maestras en aburridísimas películas sin ningún interés. No sé
de qué equipo de directivos surgió esta genial idea, y que quede claro que lo
de “genial” no lo digo de forma sarcástica, porque independientemente de mi
opinión, está claro que están siendo muy rentables para el estudio. Lo que es
una lástima es que estamos hablando de un estudio fundado por uno de los
cineastas más innovadores y arriesgados de la historia del cine.
Tal
vez la idea les vino de la “genial” (ahora sí soy sarcástico) versión de “Psicosis” que cometió Gus Van Sant en 1998. Su copia
exacta del clásico de Hitchcock es tan innecesaria que resulta ridícula y vergonzosa.
En
el caso del nuevo “Pinocho” de Disney, mi decepción se multiplica. En primer
lugar, porque se trata de una de mis películas favoritas y una de las más
innovadoras de la historia del cine de animación. Pero también se suma que el
responsable de este despropósito sea Robert Zemeckis, cineasta del que siempre
he sido un gran admirador, especialmente por títulos como “¿Quién Engañó A Roger Rabbit?”, “Forrest Gump”, “Contact”
o, por supuesto, la trilogía “Regreso Al Futuro”.
Además, el cuento de “Pinocho” siempre me ha parecido una gran historia que ha
sido fuente de muy interesantes adaptaciones, sin haberlas visto todas y
deseando que se estrene la de Guillermo Del Toro, me atrevo a decir que ésta
es, con diferencia, la peor de todas.
Voy
a tratar de poner un ejemplo que explique por qué no me ha gustado nada: imaginad
que un gran pintor vuelve a pintor la Mona Lisa vistiéndola con ropa más
actual, se presenta en el Louvre y exige que su cuadro sea expuesto allí. El
problema no está en la calidad de la obra que, siendo un gran pintor, seguro es
excelente, sino en la falta de originalidad y la soberbia al tratar de rehacer
una obra de arte “corrigiendo” algunos errores (o, lo que las mentes ofendidas
de hoy consideran “errores”). Si el cuadro de Da Vinci ocupa ese lugar en la
historia es por algún motivo, no sólo porque Leonardo pintara muy bien (cosa
que también). Algo parecido me pasa con esto, cuando Walt Disney estrena “Blancanieves Y Los Siete Enanitos” en 1937, todos sus
colegas de la industria le dijeron que estaba loco y que nadie iba a pagar por
ver una película animada que superara los 10 minutos de duración. El propio
Disney sabía que si no tenía éxito tendría que cerrar sus estudios. La película
arrasó en taquilla y cualquiera en su situación hubiera dicho “este es el
camino a seguir”. Pues no, para la segunda, Disney adaptó “Pinocho”, creando una película mucho más oscura e
incluso terrorífica en algunas escenas, volviendo a poner en peligro su
continuidad como cineasta. Esos estudios, inaugurados por un gran artista,
siempre innovador y arriesgado, hoy son todo lo contrario: van a lo fácil, a lo
que saben que va a dejar dinero, sin importar el valor artístico de sus
películas.
El
“Pinocho” original es, por varios motivos, una de las películas más innovadoras
del cine de animación, utilizando por primera vez varias técnicas que aún se
siguen utilizando 82 años después (como, por ejemplo, el grabar primero las
voces para que la animación de los personajes encaje mucho mejor con la
expresión y los gestos de los actores). Todo ese trabajo, en el que
participaron algunos de los animadores más importantes de la historia del
género, hoy es reemplazado por una horrible animación digital, en ocasiones
innecesaria (¿no pueden utilizar un gato de verdad?) en donde la originalidad
brilla por su ausencia.
Por
no hablar de las forzadísimas inclusiones en los nuevos remakes de Disney y del
cine de Hollywood actual en general. La nueva Hada Azul, más que una inclusión,
parece una parodia que se burla de todo esto (ojalá fuese así, tendría mucho
más sentido). Por mucho que me quieran convencer de lo contrario, sigo pensando
que eso de meter personajes de otras razas o identidad sexual son cualquier cosa,
menos progresistas. Si se supone que somos todos tan abiertos de mente para
aceptar a cualquier persona, ¿por qué hay que mencionarlo? ¿por qué hay que
resaltar que la nueva Sirenita sea negra? Algo parecido ocurrió en la tercera
entrega de la nueva trilogía de “Star Trek”, en donde se les ocurrió la
brillante idea de que Sulu fuese homosexual. En la serie original no se menciona que lo sea, pero tampoco se menciona que
sea heterosexual ¿por qué? porque no es un dato importante para el personaje ni
para la historia, ya que, si somos tan abiertos de mente, un personaje nos
gustará o no por cómo es, no por orientación sexual. Esta opinión no la
comparto yo sólo, sino también George Takei, actor que dio vida al Sulu
original, reconocido homosexual y un gran luchador por sus derechos, quien se
molestó mucho cuando se enteró del cambio (o no) en el personaje.
Viendo
la película, me imaginaba a Zemeckis y a la productora reunidos diciendo “hay
que hacer algunos cambios en la historia para que parezca que estamos haciendo
algo muy original, ¿a quién se le ocurre algo?”. Esos “cambios” parecen
sugeridos por niños, son totalmente forzados en innecesarios, como introducir
personajes que no aportan nada (una también inclusiva titiritera o una gaviota
con la voz de la psiquiatra de Tony Soprano). La
temible ballena es aquí una especie de bicho raro con tentáculos y parece que
sólo se hizo así para darle un poco más de trabajo a los animadores. Eso sí,
somos muy abiertos de mente, pero no podemos mostrar a un niño fumando, las
nuevas generaciones se pueden ofender.
Pero,
si todo esto os parece poco, aún no he mencionado el motivo principal por el
que esta nueva versión me parece un auténtico horror: el convertir al
protagonista en un personaje vacío, sin personalidad que no evoluciona en
absoluto. Me explico: en la película original, Pinocho es un niño travieso que
no quiere estudiar y que disfruta a lo grande en la Isla de los Juegos
destrozando cosas. En esta nueva versión, todo lo que le ocurre a Pinocho es
accidental, no puede estudiar porque lo echan del colegio y llega a la citada
isla porque es secuestrado, y allí no disfruta en absoluto. Es decir, el nuevo
Pinocho no aprende nada, desde el principio sabe lo que está bien y mal, sólo
es víctima de las circunstancias. En la escena de 1940 en la que le crece la
nariz, Pinocho miente descaradamente al Hada Azul, quien le ayuda a comprender
que no debe hacerlo. Así termina aprendiendo a ser bueno y eso lo convierte en
un niño real. Ahora, utiliza las mentiras para ayudar a Pepito Grillo y poder
salir de su jaula ¿el mensaje es que a veces mentir está bien? Una falta de
respeto a la historia original en la que se basan ambas películas.
Siempre me ha llamado la atención que, cuando suena música de los ’80, mucha gente dice “esa canción es viejísima”, en cambio, este comentario nunca lo he escuchado de, por ejemplo, una canción de Elvis que, obviamente, es muy anterior. ¿Por qué ocurre esto? Una buena producción musical es totalmente atemporal, la mayoría de la música comercial de los ’80 (por mucho que me guste) suena muy anclada a su época. En este caso, no tengo ninguna duda de que ocurrirá lo mismo: pasarán 100 años más, y el “Pinocho” de 1940 seguirá siendo una maravilla, la nueva versión, en unos 15 o 20 años (siendo generoso) ya nos parecerá una película antigua. El tiempo me dará la razón.
En fin, Sr. Zemeckis, gracias por sus grandes películas, pero entienda si algunos como yo ya no volveremos a tomar en serio su cine. Aunque imagino que la opinión de esos pocos no le quita el sueño, sólo puedo decirle que disfrute sus millones y una más que merecida jubilación.
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