1959 North By Northwest (Con La Muerte En Los Talones) Alfred Hitchcock
A finales de los ’50, Alfred Hitchcock se compromete a rodar una película
para Metro Goldwyn Meyer (en aquellos días, Paramount Pictures es su productora
habitual). Hitchcock está interesado en adaptar la novela de Hammond Innes “The
Wreck Of The Mary Deare” y contrata al escritor Ernest Lehman para que la
adapte a guion cinematográfico. Poco tiempo después, Innes se reúne con
Hitchcock para anunciarle que renuncia al trabajo, ya que ni le gusta la novela
ni se le ocurre de qué modo adaptarla. Innes era un gran fan del cine de
Hitchcock y le comenta que su ilusión es escribir lo que él llama “la película
definitiva de Hitchcock”, ambos comienzan a proponer ideas y el escritor toma
notas de lo que terminaría siendo “North By Northwest”, entre las ideas
propuestas, Hitchcock le comenta que siempre había tenido la ilusión de rodar
una escena de persecución entre las cabezas de los presidentes en lo alto del
Monte Rushmore.
De algún modo, sí podríamos considerar “Con La Muerte En Los Talones” como
“la película definitiva de Hitchcock”, ya que el tema del falso culpable, no es
ninguna novedad en su cine: un hombre, acusado de algo que no ha cometido,
obligado a huir y, al mismo tiempo, demostrar su inocencia. Lo pudimos ver, por
ejemplo, en “El Hombre Que Sabía Demasiado” (y su remake), “39 Escalones”
o “Falso Culpable”, pero aquí lo llevo a lo más
alto, en una de sus mejores películas repleta de escenas y momentos
inolvidables que son parte de la historia del cine.
Fue la última de las cuatro películas que rodó con Cary Grant. El actor,
con 55 años de edad, reconoció pasarlo algo mal por la intensidad de su rodaje
y sus escenas de acción, algo cansado de que siempre le diesen papeles de galán
a pesar de su edad, se retiraría pocos años después. En la película, también
tiene un pequeño papelito un desconocido Martin Landau, poco antes de triunfar
en la serie “Misión: Imposible”.
Entre los momentos míticos de la película, destaca, por supuesto, la famosa
escena en el Monte Rushmore, creando un gigantesco decorado con los rostros de
los cuatro presidentes, la modernista casa del villano inspirada en el
arquitecto Frank Lloyd Wright o la escena en el edificio de las Naciones
Unidas. Aunque sus interiores se rodaron en decorados, ni siquiera estaba
permitido grabar el exterior del edificio, por lo que Hitchcock escondió una
cámara en una furgoneta y envió a Cary Grant a acercarse a la puerta esperando
que nadie lo reconociera e interrumpiera.
Pero si hay un momento en “Con La Muerte En Los Talones” que demuestra porqué Hitchcock está considerado como el maestro del suspense y, personalmente, considero una de las mejores escenas que rodó en toda su vida, es la famosa escena de la avioneta o, más bien, la escena previa a esta. Nueve minutos en la que no ocurre absolutamente nada, ni escuchamos música o diálogos, sólo los sonidos de ambiente. Sin embargo, nunca resulta pesada o aburrida, todo lo contrario, nos mantiene en tensión en todo momento, algo que sólo un genio del cine es capaz de conseguir.
Inolvidable también la escena final en la que los dos protagonistas se acuestan en la cama privada del tren en el que viajan mientras el plano nos lo muestra entrando a un túnel. Esa era la genial forma en que Hitchcock nos explicaba un acto sexual en una época en que no se podía hablar y, mucho menos, mostrar en el cine de Hollywood.
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